Esta fue mi oportunidad y tras mil carantoñas a mi marido y 17 mil vueltas para ver como podíamos realizar las dos estancias, en tan corto espacio de tiempo…. Lo conseguí y me embarqué junto con él en este magnífico viaje por dos países tan distintos y a la vez tan parejos y en los que comparten algo muy importante su «grandiosidad».
Quebec: Al llegar tu sabes que estas en Canadá, pero te sientes como si estuvieras en cualquier pueblo de la vieja Francia, la “veille France”.El contraste es grande y agradable, es con diferencia la ciudad más turística del país, pero eso no le hace perder el encanto, todas las plazas y rincones de su vieja ciudad están atestadas de turistas embelesados observando la atracción del Malabarista, el cantante o pintor de turno. Hay dos zonas bien diferenciadas, la ciudad vieja amurallada, y el exterior, de este recomendaría la calle «Grande Allée est, pues está llena de cervecerías y restaurantes, típicos, y algunos pub y terrazas al aire libre para tomar copas. En cambio dentro de la ciudad vieja, tienes que entrar por Rue Saint Louis, te parecerá que estás en el Paris de principios de siglo, pero con turistas de hoy, al final de la calle desembocas en la Place Champlain junto al imponente Château Frontenac, (muy cerca de la antigua fundación del viejo “Chateau Sant Louis, primer Fuerte – Chateau) el Château Frontenac es hoy legendario hotel y buque insignia de la cuidad, para luego pasear por el Boulevard Champlain un mirador frente al imponente rio San Lorenzo. Os recomiendo comer en el D´Orsay en la Rue Burde (muy cerca del Château Frontenac, pues se agradece la buena cocina francesa después de las típicas comidas basuras anglosajonas. Por la noche en su terraza tiene cantantes en directo y no es caro. Los desayunos de los fines de semana, en “El Cochón Díngue”. No dejéis de visitar la parte baja de la ciudad siguiendo las escaleras desde la plaza del Château, están llenos de casas típicas de época con muchos rincones con encanto, y sentarse en sus terrazas a tomar algo. Por último la callecita de los pintores también es destacable. Yo compre varios cuadros maravillosos de pintores locales y presidiendo mi despacho está un hermoso cuadro con el castillo de fondo, regalo de uno de mis grupos de niños de la escuela polivalente Benoît Vachon a la que recuerdo con inmenso cariño.
Este pueblo es típico por partir desde allí los ferrys y demás embarcaciones que te llevan a ver las ballenas que entran por el rio San Lorenzo, en época de procrear, lo de las ballenas es algo muy particular, y depende del día el que puedas ver alguna, muchas o nada, por lo que si vas a desplazarte para esto y dispones de poco tiempo en el país, es algo que yo prescindiría, pues lo más lógico es que veas sólo la cola de alguna ballena a más de 200 metros de distancia, entre cientos de turistas con cámaras, al ristre y así cada uno disparando cientos de fotografías a un mismo tiempo. Agobiante.
En cambio el pueblo si me pareció algo digno de visitar, pues son todas casas victorianas del siglo pasado que le dan un aire nostálgico al lugar.
Adoro esta parte de Canadá, adoro la ciudad de Quebec, yo que crecí en la frontera de la vieja Francia y la cosmopolita Suiza…, me sentí niña de nuevo. Me sentí en casa. Ya para terminar un detalle curioso, en las tiendas del viejo Quebec y en el Champlain me regalaban pequeñas y olorosas manzanas provenientes de la maravillosa isla de Orleans, frente al rio San orenzo….Quebec,hermosa ciudad de un magnifico país.